REY GUERRERO

REY GUERRERO
Rey guerrero

miércoles, 28 de enero de 2015

ORIGEN DE LA ORDEN DEL TEMPLE

ORIGEN DE LA ORDEN DEL TEMPLE


"Un Caballero de Cristo es un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a una doble pelea: frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo que pueda suceder a su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto por la cota de malla y el alma bien equipada con la fe. Al contar con estas dos protecciones, no teme a hombres ni a demonio alguno."


Probablemente se alistó en la Primera Cruzada antes de haber cumplido los veinte años, enrolado quizá entre las tropas del conde Hugo de Vermandois, hermano de Felipe I, Rey de Francia.Es durante dicha cruzada de desbordante fe, cuanto el joven Hugo se da cuenta de que es posible aunar sus dos vocaciones con la creación de una nueva orden religioso-militar, la primera de estas características, destinada al servicio en Tierra Santa. En medio de aquel ejército cristiano, no tardó en encontrar otros ocho compañeros que participaran de su ideal y concepción de la vida.



Año del señor de 1118. Los cruzados occidentales gobiernan Jerusalén bajo el mandato del Rey Balduino II. Es primavera y nueve caballeros, con Hugo de Payns a la cabeza, y a similitud de los ya existentes "Caballeros del Santo Sepulcro", fundan una nueva orden de caballería, con el beneplácito del rey de la ciudad. Han nacido los Templarios.
El primer Maestre (que no Gran Maestre, como se repite a menudo erroneamente) Hugo de Payns, nació en un noble caserío cercano a Troyes hacia el año 1080. Con una sólida educación cristiana y un habil manejo de las armas, sintió desde muy joven la misma vocación de monje que de soldado.



LOS NUEVE
FUNDADORES

DE LA ORDEN
DEL TEMPLE

Es significativo señalar la donación por el Rey Balduino II de Jerusalén como sede para la nueva orden, y de ahí su denominación, de la mezquita blanca de al-Aqsa, del Monte del Templo. Creo necesario indicar que en la época, se identificaba dicha mezquita como el emplazamiento exacto del Templo de Salomón (hoy se sabe que era mucho mayor, y que la mezquita ocupa solamente el atrio de dicho templo), y por ello no es facilmente explicable como a una recién fundada "policía de caminos" tal era la función principal de los Templarios en sus comienzos, se le fuera donado semejante emplazamiento, donde cabían sobradamente varios millares de caballeros, teniendo en cuenta que solo eran nueve hombres.


El Templo de Salomón

Un hecho que también contiene una cierta dosis de misterio, es que estos primeros caballeros no admitieron a nadie más en la recién creada orden, durante los nueve primeros años de existencia. Algunas especulaciones relacionan esta decisión con una excavación secreta que llevaban a cabo en los sótanos del Templo, donde pudieron haber buscado el Arca de la Alianza, tarea de la cual solo unos pocos elegidos habrían tenido conocimiento.

Así pues, parece ser que durante los primeros nueve años, los Caballeros del Temple no hacen otra cosa que proteger a los peregrinos, sobre todo en el peligroso camino del puerto de Jaffa a las murallas de Jerusalén. Sin embargo, a pesar de su valor y abnegado servicio, no consta que participaran en las campañas de los reyes del nuevo reino cristiano desde el fin de la Primera Cruzada, lo que refuerza la hipótesis anteriormente citada y defendida por algunos historiadores, que les tendría ocupados durante largo tiempo. De todas formas, esto sería entrar en el terreno de la mera suposición.
Un siglo más tarde, el historiador Jacques de Vitry, describe de esta extraordinaria manera lo que fue el origen del Temple:



Peregrinos escoltados por Templarios

"Ciertos caballeros, amados por Dios y consagrados a su servicio, renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes pronunciados ante el Patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra los grupos de bandoleros, a proteger los caminos y servir como caballería al soberano rey. Observaron la pobreza, la castidad y la obediencia según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio no había más que nueve que tomasen tan santa decisión, y durante nueve años sirvieron en hábitos seculares y se vistieron con las limosnas que les daban los fieles."

En 1127, el Maestre Hugo de Payns, una vez obtenida la aprobación de los Templarios por el Patriarca de Jerusalén, preparó un viaje a Roma con el fin de obtener una definitiva aprobación pontificia, y que de ese modo el Temple se convirtiera en Orden militar de pleno derecho. Balduino II, regente de Jerusalén, escribió al entonces Abad de Claraval, Bernardo, para que favoreciese al primer Maestre de la Orden ante la Iglesia.

San Bernardo de Claraval, uno de los iniciadores de la Orden monacal del Císter en Francia, era a sus veinticinco años una personalidad espiritualmente arrolladora, activísimo trabajador, que funda numerosos monasterios, escribe a reyes, papas, obispos y monjes, redacta tratados de teología, está siempre en oración y batallando a los enemigos de la fe romana. Tenía además, dos pariente próximos entre los nueve fundadores del Temple (Hugo de Payns y Andrés de Montbard, que era su tío), por lo que parece probable que tuviese ya noticias de la fundación de la nueva agrupación de monjes-soldados. Así pues, como esta nueva Orden colmaba su propia idea de sacralización de la milicia, recibió con todo entusiasmo la carta del rey Balduino y se convirtió en el principal valedor del Temple.


San Bernardo de Claraval

Por el momento, los Templarios habían recibido de los canónigos del Santo Sepulcro la misma Regla de San Agustín que ellos profesaban, pero el abad de Claraval deseaba algo más próximo y original para sus nuevos protegidos. Lo primero que hizo fue gestionar a favor de su pariente Hugo de Payns y los cuatro templarios que le acompañaban, una acogida positiva y cordial por parte del Papa Honorio II, a quien los fundadores del Temple estaban a punto de visitar en Roma. De acuerdo con la propuesta de Bernardo, en la primavera de 1228, se celebró un concilio extraordinario en Troyes, con nutrida asistencia de prelados franceses y de territorios próximos: dos arzobispos, diez obispos, siete abades, dos escolásticos e infinidad de otros personajes eclesiásticos, todo ello bajo la presidencia de un legado papal, el cardenal Mateo de Albano.

El hábil abad Bernardo, que de una manera u otra estaba vinculado a la mayoría de los asistentes, expuso los principios y primeros servicios de la Orden, y luego supo responder con prontitud a todas las preguntas que le fueron formuladas. El Concilio de Troyes, tras varias semanas de interrogatorios y deliberaciones, aprobó a la Orden del Temple con entusiasmo, como una especie de institucionalización de la Cruzada. De esta manera quedó establecida "oficialmente" la Orden del Temple. El concilio pidió a los nobles y a los príncipes que ayudasen a la nueva fundación y encargó a Bernardo de Claraval que redactase para una Regla original para los Templarios.


Concilio de Troyes

La decisión de San Bernardo fue la de adaptar al Temple la dura Regla del Cister, con arreglo a la cual la Orden militar organizó su vida monacal. Los Templarios, en cuanto monjes en sentido pleno, debían pronunciar los votos de pobreza, castidad y obediencia, más un cuarto voto de contribuir a la conquista y conservación de Tierra Santa, para lo cual, si fuera necesario, darían gustosos la vida.




La Orden de los Templarios:


Fundada en Jerusalén en 1118 por Hugo de Payns y otros ocho caballeros franceses, con el nombre de pobres caballeros de Cristo. Su misión era proteger a los peregrinos que acudían a los Santos Lugares. Más tarde, el rey de Jerusalén, Balduino II, los instaló en un palacio cercano al antiguo templo de Salomón, por lo que cambiaron su nombre por el de caballeros del Temple. Durante la época de las Cruzadas, los templarios participaron muy activamente en la defensa de Palestina, donde poseían numerosas fortalezas. Al mismo tiempo actuaron como banqueros de los peregrinos, por lo que obtuvieron grandes riquezas. Al ser expulsados los cristianos de Palestina, los templarios se retiraron a Chipre. En la península Ibérica se establecieron durante el siglo XII; primero en Cataluña, Aragón y Navarra. Tenían a su cargo la defensa de las fronteras y participaron en numerosas expediciones contra los musulmanes (conquista de Lérida, Tortosa, Valencia, Mallorca, etc.). A la muerte de Alfonso I el Batallador fueron nombrados herederos, junto con otras órdenes militares, del reino de Aragón; a cambio de su renuncia a la herencia recibieron diversas fortalezas. Todo ello contribuyó a que el predominio económico y social de los templarios fuera cada vez en aumento, de forma que en los siglos XIII y XIV eran dueños de extensos señoríos en la zona oriental de la Península. En el reino castellanoleonés se establecieron poco después que en Aragón, colaborando igualmente en la tarea de la Reconquista. Alfonso VII les concedió la fortaleza de Calatrava; colaboraron en la toma de Cuenca, en la famosa batalla de las Navas de Tolosa (1212) y en la conquista de Sevilla. En Francia, los templarios se habían convertido en banqueros de los reyes. Felipe IV el Hermoso, dedicado a apoderarse de sus bienes, convenció al papa Clemente V de que iniciase un proceso contra los templarios, acusándolos de impiedad (1307). El gran maestre de la orden, Jaques de Molay, y 140 miembros fueron arrestados. Considerados inocentes en el Concilio de Vienne (1311), Clemente V disolvió la orden y creó una comisión que reeprendió el proceso. Fueron condenados a prisión, pero el consejo real de Felipe IV los sentenció a muerte por relapsos. El rey se apoderó de sus bienes mobiliarios y entregó sus posesiones a los hospitalarios. En los otros países europeos no prosperaron las acusaciones, pero, a raíz de la disolución de la orden, los templarios fueron dispersados y sus bienes pasaron a la Corona (Castilla), a otras órdenes de nueva fundación (Montesa en Valencia y de Jesucristo enPortugal).



Emporio marítimo:
La orden llegó a tener más de veinte mil miembros repartidos entre sus propiedades en Tierra Santa, y las extendidas por gran parte de Europa, producto de donaciones. Gracias a una buena gestión, producían todos los artículos que necesitaban en sus casas en tierra de infieles. Su riqueza creció hasta límites insospechados llegando a convertirse en importantísimos banqueros capaces, incluso, de conceder préstamos a reyes y nobles. Posibilitaron la circulación de una gran cantidad de plata por Europa en una época en que había cierta escasez de ese metal. La orden dispuso de suficientes recursos como para financiar la construcción de setenta iglesias y casi ochenta catedrales durante la Edad Media. Sus crecientes desplazamientos de mercancías, tropas y caballos precisaban hacerlos en barcos que para la ocasión alquilaban, pero llegó el momento en que la magnitud del volumen de transporte les inclinó a construir sus propios barcos, más adecuados a sus cargas específicas y siempre disponibles. Surgieron por lo tanto astilleros, además de buenos puertos y muelles en todos sus territorios costeros. Fue así como los mares se llenaron de carracas, de construcción sólida, equipadas con un armamento limitado porque se diseñaban principalmente para el transporte de mercancías. También eran numerosas las taridas, de gran casco apropiadas para la carga de tropas y su equipamiento, incluidos caballos. Y muy importantes eran las urcas y las naos para el transporte de pasajeros. De hecho, se calcula que el Temple transportaba unos seis mil peregrinos al año a Tierra Santa desde diversos puertos de Europa, y es comprensible que prefiriesen viajar en estos barcos ya que iban escoltados por galeras armadas que les protegían de la presencia depiratas sarracenos en el Mediterráneo. Autorizados y exentos de impuestos aduaneros por bulas papales, también se dedicaban al comercio de especias, tinturas, tejidos, porcelanas, cristales y lana. Esta importante flota operaba mayoritariamente en el Mediterráneo, la ida y vuelta a Tierra Santa era su ruta más importante siendo el puerto de Marsella el de más relevancia, En el Atlántico mantenían un importante tráfico con Inglaterra con La Rochelle como base a la que se llegaba gracias a una red de comunicación por tierra que lo unía con los puertos del Mediterráneo. Una mercancía procedente de Inglaterra o el Norte de Europa podía llegar hasta La Rochelle, ser descargada, trasladada por tierra hasta un puerto del Mediterráneo, embarcada nuevamente y llevada a Tierra Santa sorteando los peligros de las aguas del Estrecho de Gibraltar plagadas de piratas sarracenos. A lo largo del Sena dispusieron de una pequeña flota fluvial que conectaba sus casas convento. Sus barcos no estaban sujetos al pago de peaje y ni eran registrados.

En el Occidente europeo, la función militar fue sustituida por la económica, aunque en la península Ibérica la función fue doble; por una parte, intervinieron en las campañas de los reyes cristianos contra los musulmanes y, por otra, llevaron a cabo una serie de actividades económicas destinadas a sufragar la guerra en Tierra Santa... La Orden creció rápidamente en los primeros tiempos gracias a las donaciones de todo tipo: tierras, castillos, molinos, ciudades, iglesias, rentas, permisos de explotación. Con frecuencia, los bienes iban acompañados de personas, que ingresaban en la orden como frailes o como donados. También aumentaron el patrimonio con una política de concentración de tierras mediante permutas, compras, ventas y cualquier otro medio. Se constituyeron en explotadores modélicos de sus propiedades, ya que la tendencia a la concentración les permitía administrarlas de manera centralizada. El sistema de administración se basaba en las encomiendas y subencomiendas o dependencias. A menudo, sólo trabajaban directamente una parte de sus tierras, las más cercanas y sobre todo las más productivas. El resto lo cedían con diferentes tipos de contratos. (Carme Plaza)



Jacques de Molay (1243-1314):
Ultimo Gran Maestre de la Orden de los Templarios. Esta había llegado, entre el siglo XIII y el XIV, a la cima de la potencia económica (con los templarios se había iniciado el gran tráfico bancario y en sus castillos se custodiaban los tesoros de reyes y de príncipes) y de la influencia política (a través de las empresas militares, las vastísimas posesiones territoriales, el mismo poderío económico). Su ostentosa independencia frente a la Iglesia y el Estado determinó un fácil acuerdo entre Felipe IV el Hermoso, rey de Francia, y el papa Clemente V (ya en Aviñón y, por consiguiente, bajo directa "protección" del rey). Llamado con un pretexto a Francia desde Chipre, donde residía, Molay fue detenido a traición en 1307 y sometido al escandaloso proceso de herejía que Danteselló con versos famosos (Purgatorio, XX 92 y sgs.) y que determinó la supresión de la Orden. Obligado por la tortura a confesar las culpas más infamantes, ante la hoguera se retractó valerosamente, citando al rey y al Papa ante el tribunal de Dios. La muerte en el mismo año de uno y de otro pareció reforzar la convicción pública de que había sido víctima de una enorme injusticia. (G.P.)

Detención de los templarios:
Felipe IV presentó ante el papa una denuncia contra la Orden el Temple conformada por 127 puntos entre los que destacaban la posesión de más poder y riqueza que la Iglesia, la toma de juramentos a sus miembros para defender y enriquecer a la Orden a toda costa, las relaciones clandestinas mantenidas con los musulmanes, ritos de iniciación en los que se obligaba a los neófitos a cometer sacrilegio contra la Cruz, asesinato de los que revelaban secretos de la Orden, profanación de los sacramentos y eliminación de palabras en la Consagración de la misa, sodomía y adoración de ídolos paganos como el del misterioso Bafomet. El viernes 13 de octubre de 1307 el rey Felipe IV ordenó detener a todos los caballeros templarios que estuviesen en el territorio francés. Y su mandato se cumplió, simultáneamente, en todos las propiedades templarias de Francia donde se practicaron diversas detenciones. Felipe IV intentó convencer a otros monarcas para que se secundaran sus intenciones; algunos dieron crédito a sus escandalosas noticias sobre el “depravado” comportamiento de los templarios, a otros les pesó mucho más el prestigio del Temple que las denuncias de un rey corrupto. Siete años duró el proceso que finalmente terminó con muchos caballeros en la hoguera y la disolución de la orden.

Feijoo, Voltaire y Scott:
Voltaire (principalmente en Essai sur le moeurs), reconoce también la responsabilidad directa del Rey de Francia en el proceso, pero inculpa igualmente al papado y a sus inquisidores, ya que actuaron con gran severidad contra los templarios. Aunque Voltaire está ideológicamente en contra de las órdenes militares, acepta la inocencia de los templarios, por los que, sin embargo, no siente ninguna simpatía. El análisis crítico que realiza de los motivos de su condena está dirigido, más que a proclamar su inocencia, a condenar la actuación del Papa y los tribunales eclesiásticos, hecho que acentía su vena anticlerical. Para Walter Scott los templarios son unos personajes siniestros y malvados, y en buena parte comulga con las acusaciones del proceso. Los motivos de la aversión de Scott a la Orden hay que buscarlos en referentes extraliterarios. Scott era un antirrevolucionario contrario a la Revolución Francesa, a la que se relacionaba con las conspiraciones de los masones y, naturalmente, de sus antepasados los templarios (en el siglo XIX, algunos de los movimientos francmasones ya habían incorporado el templarismo a su doctrina). Era natural, por lo tanto, que un novelista admitiera la culpabilidad de los templarios, puesto que éstos podían estar en el origen de los movimientos revolucionarios. (Joan Fuguet y Carme Plaza)

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