TORTURAS
1. La doncella de hierro. Con forma de sarcófago
antromorfo con dos puertas, y con clavos en su interior que penetraban
al cerrarlas en el cuerpo de la víctima, la primera ejecución con este
método se remonta al 14 de agosto de 1515 cuando un falsificador de monedas
fue introducido. Relato espeluznante de de Gustav Freytag: «Las puntas
afiladísimas le penetraban en los brazos, en las piernas, en la barriga y
en el pecho, y en la vejiga y en la raíz del miembro, y
en los ojos y en los hombros y en las nalgas, pero no tanto como para
matarlo, y aseí permaneció haciendo un gran griterío y lamento durante
dos días, después de los cuales murió».
2. El hacha del verdugo. Mientras en la Europa central y nórdica era más frecuente la decapitación con espada, en la Europa gala y mediterránea se usaba el hacha. Los verdugos se entrenaban intensamente con animales en mataderos
para perfeccionar el acierto del golpe. Maña y fuerza que no eran
iguales entre decapitados nobles que en plebeyos, con agonías más
dolorosas.
3. La guillotina. Introducida por Joseph-Ignace
Guillotin, este médico francés promovió una ley para que todas las
ejecuciones, sea el individuo de la condición que fuese, se realizasen
con una máquina que decapitara de «forma indolora», ya cayese la cabeza a
un cesto o al suelo. Según se explica en el catálogo de la exposición,
la primera se usó en París para ejecutar a un asaltante de diligencias en 1792.
4. El garrote. Mítico instrumento, en el que un tornillo hace retroceder el collar de hierro hasta asfixiar a la víctima. Existe también una versión catalana en la que un punzón de hierro rompe las vértebras y aplasta la tráquea.
5. La jaula colgante. Horroroso método que nos recibe
en los jardines de El Solar de Santillana. La víctima, desnuda, era
encarcelada en estos hierros y colgada. Hambre y frío, sed y quemaduras
en verano, los cadáveres se dejaban a la vista del público hasta el desprendimiento de los huesos.
6. La rueda para despedazar. Después de la horca,
era el método más común en la Europa germánica. Se desnudaba a la
víctima y era estirada boca arriba en el patíbulo, con los miembros
extendidos y atados a estacas de hierro. Bajo las muñecas, codos,
rodillas y caderas se colocaban trozos de madera. El verdugo propinaba golpes violentos con
la rueda hasta machacar cada hueso. Un cronista alemán lo describía
así: «Una especie de gran tíetere aullante retorciéndose como un pulpo
gigante de cuatro tentáculos, entre arroyuelos de sangre, carne cruda, viscosa y amorfa
mezclada con astillas de huesos rotos». Era uno de los métodos más
populares, en el que los cuervos acababan desprendiendo los ojos del
torturado.
7. La cuna de Judas. «Este procedimiento prácticamente
no ha cambiado desde la Edad Media hasta nuestros días. La víctima es
izada y descendida sobre la punta de la pirámide, de
tal forma que su peso reposa sobre el punto situado en el ano, la
vajina, bajo el escroto o bajo el coxis», reza en el mencionado
catálogo, obra de Robert Held.
8. El aplastacabezas. En este caso, la barbilla se
coloca sobre una barra y el casquete es empujado por un tornillo.
Primero se destrozan los alvéolos dentarios, después las mandíbulas,
hasta que el cerebro se escurre por la cavidad de los ojos y entre los fragmentos del cráneo.
9. El cepo o brete. El reo era aprisionado sobre una
tabla por los pies y las manos para ser exhibido sobre una tabla en la
plaza pública, donde recibía desde golpes o quemaduras hasta bofetadas.
Era embadurnado con heces y orina, además de otras «perrerías».
10. La horquilla del hereje. Llamado también «pie de
amigo», este aparato consistía en un collar de hierro del que nacían
cuatro puntas muy afiladas y que se clavaban en la barbilla y el esternón.
11. La silla de interrogatorio. Con la víctima al natural, sin más ropajes que su piel, era colocada en un sillón con cientos de puás de hierro,
pinchos que se clavaban en el cuerpo y que podían convertirse en un
calvario aún mayor cuando eran calentados por una antorcha. La
electricidad hace hoy dicho efecto...
12. El toro de Falaris. Atribuido a un tirano de
Sicilia en el año 554 antes de Cristo, se introducía al ajusticiado en
una efigie de bronce hueca y con forma de toro, que se colocaba encima
de una hoguera, por lo que el astado se transformaba en un ardiente horno que hacía bramar a la víctima al serr quemada.
13. La pera oral, rectal y vaginal. Estos objetos se introducían en la boca, el recto o la vagina. En la muestra se señala que la peral oral se aplicaba «a predicadores heréticos y seglares reos de tendencias antiortodoxas; la vaginal etaba destinada a las mujeres culpables de relaciones con Satanás o con uno de sus familiares, y la rectal a los homosexuales pasivos».
14. El cinturón de castidad. Mucho se ha escrito sobre este humillante artefacto: unos aseguran que se usaba para garantizar la fidelidad de la esposa
durante las ausencias del marido, sobre todo de los que partían a
Tierra Santa; otros historiadores afirman que se usaba como barrera contra la violación,
especialmente en la época de acuartelamiento de soldados. Incluso se
dice que muchas mujeres se lo colocaban por iniciativa propia «por temor
a sufrir la agresividad masculina».
15. La máscara infamante. De muy distintas formas, las
máscaras eran colocadas a aquellas personas que protestaban contra el
orden o el poder machista. La mayoría eran mujeres que recibían este
castigo bajo el siguiente axioma: «La mujer calla en presencia del macho».
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