REY GUERRERO

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Rey guerrero

lunes, 1 de junio de 2015

Festa de Sant Jordi del porquet en canals

Festa de Sant Jordi del porquet en canals 

67b-75
© Mario Rabasco
En el seno de la modernidad la fiesta se ha convertido en celebración reflexiva de la identidad, puerta de acceso a la trascendencia de la propia cotidianidad y emergencia de un tiempo especial en el que se busca la recuperación del sentido ante la desorientación de un mundo destradicionalizado, globalizado, sometido a riesgos crecientes y en vertiginosa recomposición. 
Las fiestas forman parte del patrimonio cultural, dentro de lo que se conoce como patrimonio etnológico, y por eso integran bienes de diversa clase que abarcan desde los actos rituales hasta objetos concretos. La participación de los agentes sociales y el carácter reflexivo e intenso de la fiesta hacen que esta, en tanto que condensador patrimonial, se presente como celebración trascendente del patrimonio, el cual se transforma en patrimonio vivido por el sujeto celebrante festivo. En este sentido la fiesta representa la reflexividad ritual del patrimonio, que, como la propia fiesta, aparece en estado fluido, cambiante y expansivo. Así, en la medida en que la fiesta se transforma, se produce una continua revisión y actualización de la tradición, que al mismo tiempo implica la plasticidad y redefinición social del patrimonio. Las fiestas se convierten en condensadores patrimoniales susceptibles de ser interiorizados por los sujetos sociales, en tanto que liturgia de la identidad local y respuesta reflexiva a los riesgos inherentes a la modernidad globalizada. 
La fiesta de San Antonio, tan extendida de punta a punta del País Valenciano, se ve atravesada por todos los mecanismos de conexión entre fiesta y patrimonio. Nace en Occidente como resultado de la cristianización de antiguas ceremonias de raíz precristiana, dedicadas a divinidades paganas protectoras de la fecundidad, de los cultivos y de los animales. Como santo protector de los animales, san Antonio Abad ha sido venerado históricamente por los campesinos y por todo aquel que trataba con ganado o lo necesitaba para su trabajo. En las comarcas valencianas la fiesta está muy extendida, con mayor concentración de festejos en las comarcas castellonenses y las centrales; encontramos una gran variedad de formas festivas, así observamos: hogueras, bendiciones de animales, comidas vecinales, ferias y porrats, carreras y juegos. Los actos festivos se combinan de formas diferentes según las poblaciones, hasta el punto de que una vez establecidos y sancionados por lo que se define socialmente como la «tradición», se vuelven complementarios los unos de las otras.
San Antonio Abad se celebra como mínimo en 320 pueblos valencianos, lo que no es extraño, si consideramos que históricamente la sociedad valenciana ha sido eminentemente agrícola y rural. Esta fiesta de Sant Antonio del Porquet o de les Barbes Blanques, como es conocida popularmente, ha sido la fiesta por excelencia del período invernal y preludio del carnaval. Aunque el santo vivió en el siglo iv en Alejandría, hay toda una hagiografía medieval y barroca que se acompaña de una arraigada devoción popular plasmada en varias cofradías que existen, probablemente, desde la misma fundación del Reino de Valencia.

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